¿Alguna vez te has preguntado por qué tus relaciones se sienten tan difíciles, incluso cuando haces todo lo posible por ser la mejor versión de vos?
Quizás sos esa pareja que da todo, la amiga que siempre escucha, la hija que evita molestar o ser una carga, la madre protectora o la profesional que se esfuerza para ser reconocida. Aun así, sentís que algo no encaja. Te invade la inseguridad, te cuesta sentirte amada, valorada o tranquila en tus vínculos afectivos.
Si eres sobreviviente de abuso sexual en tu infancia o adolescencia, estas dificultades no son casuales ni una falla en vos. Probablemente estén relacionadas con mecanismos de protección que desarrollaste para sobrevivir a ese trauma.
En este artículo, quiero acompañarte a comprender cómo el trauma del abuso puede seguir influyendo en tu vida, incluso hoy, siendo adulta. Y sobre todo, quiero que sepas que hay una salida: no se trata de “esforzarte más” o “exigirte más”, sino de empezar a mirarte con amor, reconocer lo que necesitas sanar en vos y construir nuevas formas de relacionarte, desde la seguridad y el merecimiento.
Permíteme acompañarte a través de este escrito.
El trauma se puede expresar a través de mecanismos de protección:
Imaginá a una niña que sufría abuso. Para sobrevivir a lo que no entendía ni podía controlar, su mente y cuerpo crearon mecanismos de protección. Por ejemplo, a veces acudía a la desconexión emocional, al silencio cuando creía que no podía hablarlo con nadie, otras veces a la complacencia, y otras a la desconfianza profunda para protegerse. Cada uno de estos mecanismos fueron necesarios para sobrevivir.
Ahora sumale el contexto en el que ella estaba: cuando el entorno donde ocurrió el abuso —familia, escuela, comunidad— no respondió protegiéndole, sino, desatendiendo sus necesidades de cuidado y protección, ignorándole o culpándole. Este abandono puede que lo haya vivido como una traición. De ahí nace un sentimiento profundo de soledad, impotencia, desconfianza y desamparo que puede marcar su forma de relacionarse con el mundo.
Ahora, imagina que la niña de quien estamos hablando, creció, pero los mecanismos de protección no desaparecieron. Siguen presentes en su vida adulta y se activan una y otra vez cuando su sistema percibe peligro (real o no). Y como no sabe cómo desactivarlos, empiezan a afectar áreas importantes de su vida, en especial sus relaciones.
También, imagina que la mujer adulta empezó a identificar la necesidad de desprenderse de eso que bloquea sus relaciones y decidió iniciar un proceso de sanar, lo que le llevó a empezar a soltar lo que ya no le protegía. Este proceso de sanar, también implicó para ella construir nuevas conexiones en las que se siente segura. Porque es en las relaciones —las que sanan— podemos recuperar la confianza y la seguridad. Judith Herman, en su libro Trauma y recuperación, lo expresa así: “La recuperación solo puede tener lugar dentro de una relación curativa. No se produce en aislamiento.”
Tres formas comunes en que el trauma impacta las relaciones
En estos años de experiencia acompañando a mujeres sobrevivientes de abuso, he identificado tres respuestas frecuentes al trauma que muchas veces son el motivo por el cual buscan ayuda psicoterapéutica:
1 – La hipervigilancia:
Cuesta confiar. Es como un pensamiento que no se silencia, que dice algo así como; “Si confío me van a herir. Mejor estar alerta”.
Este patrón lleva a vivir las relaciones desde el miedo, con ansiedad constante, con un alerta permanente que le hace interpretar cualquier señal como posible amenaza.
En algunos casos, la persona suele evitar la conexión emocional o huye antes de que la otra persona pueda hacer daño. Guiada por una narrativa algo así como; “me voy antes de que me lastime“.
2 – Búsqueda intensa de amor, validación y protección:
En este caso, el miedo no es a acercarse, sino a que no te elijan. Se busca, a toda costa, que alguien te ame, te cuide, te valore.
Ese deseo urgente puede hacer que no veas señales de riesgo, y termines en relaciones donde no hay seguridad ni cuidado.
Es como si usaras unos lentes con puntos ciegos que te impiden ver el panorama completo. Esto tiene una explicación, ese punto ciego se activa como un mecanismo de protección para sobrevivir; el trauma complejo afecta tu percepción. No es que no quieras ver, es que no podés. La buena noticia es que, con un pertinente acompañamiento psicoterapéutico esto también se puede sanar.
3 – Sospecha frente a lo bueno:
A veces llegas a construir una relación que te transmite señales de seguridad, tranquilidad, diferente a lo conocido… y sin saber el porqué, te genera ansiedad.
Esto puede responder a que tu sistema nervioso no reconoce la seguridad como familiar, entonces aparecen pensamientos como:
“¿Será real?”, “¿y si después me lastima?”, “esto es demasiado bueno para ser verdad”.
Eso hace que no te permitas vivir en plenitud este tipo de relaciones. Aquí suelen activarse muchos mecanismos de protección, incluyendo todas las creencias que refuerzan el “no merecer”.
¿Por qué reacciono así si ya no estoy en peligro?
Aun cuando ya no estás en aquella situación de abuso. El trauma deja una marca en nuestro sistema nervioso. Esto se necesita tomar en cuenta cuando se empieza un proceso psicoterapéutico. Como explica Deb Dana desde la teoría polivagal, nuestro sistema nervioso responde no solo al peligro real, sino también a la memoria del peligro vivido.
Es decir; aunque hoy no estés en riesgo, tu sistema nervioso autónomo puede reaccionar como si lo estuvieras, si se presenta algún estimulo que genera un detonante emocional.
Algunos estados reactivos comunes son:
Desconfianza:
Aunque alguien te ame o te cuide, dudas de sus intenciones, porque aunque deseas algo diferente, esperas que te lastimen. Esto está conectado con los patrones que tu sistema nervioso reconoce en su lectura de señales que alertan peligro.
Hiperadaptación:
Aun cuando “racionalmente” no quieres hacerlo, te percibes esforzándote en agradar, complacer, evitar conflictos… aunque eso implique dejarte de lado a vos y tus necesidades. y la pregunta del “porqué lo hago/lo permito, si prometí no hacerlo más” pasa a ser el principal medio para juzgarte.
Miedo:
Es como si estuvieras en constante huida. Como si evitaras las relaciones afectivas con conexiones profundas por temor a que te vuelvan a lastimar.
Te muestro estos estados, porque quiero que sepas que no son fallas tuyas. No sos el problema, no hay nada defectuoso en vos. Son mecanismos de protección aprendidos como respuesta del trauma. Y lo más importante: se pueden transformar.
Romper el ciclo de la respuesta del trauma: sanar para crear relaciones seguras
Sanar no es olvidar lo que pasó. Es aprender a vivir desde otro lugar. Es dejar de pensar que estás rota por dentro, defectuosa o condenada a repetir patrones.
Sanar es recuperar tu seguridad y confianza para poder discernir qué vínculos son seguros, y cuáles no lo son.
Sanar es reconciliarte con la mujer que sos hoy, dejar de juzgarla con los ojos del pasado y empezar a honrar su valor y su fuerza.
Sanar es permitirte amar y confiar sin miedo. Sin sentir que tenés que pagar un precio para que te quieran. Y sobre todo, sanar es saber que no tenés que hacerlo sola.
Si te sentiste identificada en este escrito, quiero que sepas esto: no estás sola, ni rota, ni dañada.
Con el acompañamiento adecuado, podés soltar esos mecanismos que alguna vez te protegieron, pero que hoy te impiden amar, confiar y vivir con tranquilidad.
Si estás lista para dar el siguiente paso, agenda una sesión conmigo o sumate al programa virtual Mujer Audaz.
💛 Estoy acá para ayudarte a construir relaciones en las que te sientas amada, valorada y segura de vos misma.
Haz click aquí:
Postularte al programa Mujer Audaz:https://sandramoncadadiaz.com/mujer-audaz/
Agendar una cita individual: https://wa.me/p/6169790386365895/573215574710
Recent Comments